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Ayotzinapa: La verdad incómoda que Pedro Segura no quiere escuchar

Ayotzinapa: La verdad incómoda que Pedro Segura no quiere escuchar

La tragedia de Ayotzinapa sigue siendo una herida abierta en el corazón de México, y ahora el nombre de Pedro Segura Valladares se suma a las sombras que rodean ese crimen de Estado. El ex candidato a gobernador de Guerrero fue detenido la noche del 12 de agosto y ingresado al penal del Altiplano, acusado de delincuencia organizada y vinculado con el grupo criminal Guerreros Unidos, involucrado en la desaparición de los 43 normalistas.

Su detención no es un cierre de capítulo, sino un nuevo capítulo de preguntas tormentosas. Denuncias históricas lo señalan como parte del aparato logístico que facilitó operaciones del cártel en sus ranchos y hoteles, utilizados como centros de reunión, tráfico y, según testimonios clave identificados como “Carla” y “Ernesto”, para recibir hasta tres toneladas de marihuana cada 15 días.

No es casualidad que Segura invitara a marchar a grupos disidentes del Comité de Padres de Ayotzinapa o que defendiera públicamente a personajes como José Luis Abarca, condenado por la desaparición. Todo forma parte de una estrategia: confundir, dividir y mantenerse en el centro del escenario.

Ahora que está tras las rejas del Altiplano, Segura debería dejar de recitar mantras como “Conozco a Dios y al diablo y de ninguno me espanto”. Aquí no hay lugar para metáforas. El caso Ayotzinapa no es un debate de moralidad; es una exigencia de justicia.

Porque no basta con lujos expuestos en redes sociales o generosidad de espectáculo. Lo que se exige es verdad: ¿Qué papel jugó Pedro Segura en aquella noche fatal? ¿Quién más sabía lo que pasaba en esos ranchos supuestamente vacíos? Y sobre todo: ¿por qué aún no hay justicia para los 43?

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